El adulto de nuestra cultura piensa que el objeto del dibujo es representar la realidad, bien sea natural o imaginada. Pues bien, los garabatos infantiles, aunque son verdaderos dibujos, no representan nada. Tampoco representan nada las obras maestras de los garabateadores adultos. El gran cuadro Ritmos de otoño del pintor americano Jakson Pollok , una de las obras más importantes del expresionismo abstracto, tampoco pretende representar nada. Su título, no tiene otro objeto que darle un nombre que lo identifique en el conjunto de sus obras.
En una publicación reciente el artista y profesor inglés J. Matthews , se empeña en demostrar, a toda costa, que el niño pequeño (de 2 años e incluso de menor edad), realiza en sus garabatos representaciones gráficas de naturaleza visual de objetos y eventos. Ya he señalado en otro lugar que la visión no participa activamente en el dibujo temprano y acabo de decir que los garabatos no representan nada.
Sin embargo -y esto ocurre con frecuencia- la acción y el movimiento propios del garabateo, pueden provocar en niño asociaciones mentales con acontecimientos reales en los que domina el componente cinético. Así, Pablo, a los dos años y dos meses, tras un paseo por el campo en el que pudo observar cómo los patitos chapoteaban ruidosos en el agua del río, al tiempo que realizaba los trepidantes garabatos de la fig.1, decía en tono exclamativo: “!Patos, patitos en el agua; se están bañando, salen del agua, comen, más patitos, más patitos!” Aquí
Fig.1. Pablo M. 2,02. ”!Patos, patitos en el agua; se están bañando, salen del agua, comen, más patitos!
el niño no pretende representar a los patitos bañándose en el río sino, por medio de la acción de garabatear, emular el movimiento y la acción de bañarse.
La fig. 2, muestra un torbellino de garabatos circulares realizados por otro niño de 2,09 cuyas rotaciones iban acompañadas de estos comentarios: “es una rueda que corre mucho, ¡mira, mira como corre¡” En este caso, las vertiginosas rotaciones son mentalmente asociados por el niño al giro de las ruedas de los coches. Del mismo modo, algunos dinámicos o violentos trazados pendulares pueden emular el desplazamiento de los aviones, el rayo que se precipita en el espacio, el ruido del trueno que sigue al relámpago, o el rugido de los tubos de escape de los motores. Con frecuencia los trazados van acompañados de comentarios, de monólogos o de ruidos o sonidos guturales de naturaleza onomatopéyica con los que el niño refuerza dichas experiencias representativas de acción y movimiento.
Fig. 2. Miguel M., 209. “Es una rueda que corre mucho, ¡Mira, mira como corre”.
Pero, no hemos de perder de vista, que todas estas representaciones son sólo mentales y no gráficas, ya que no son las imágenes de su dibujo, sino los movimientos y las acciones del propio garabateo, las que el niño asocia a las acciones y los movimientos reales.
A este tipo de representaciones mentales provocadas por la acción del dibujo, las he bautizado como Representaciones Graficomotrices (RGM) o Representaciones por la acción. Así, un movimiento descendente del lápiz que golpea violentamente el papel y deja una marca sobre su superficie puede evocar el descenso vertiginoso del rayo y el estruendo del trueno. Un movimiento transversal que deja una trazado curvo al incidir violentamente sobre el papel, puede asociarse al vuelo de un avión y su posterior aterrizaje. Los frecuentes y vertiginosos movimientos pendulares y rotatorios del garabateo pueden ser asociados a una tormenta vivida por el niño en uno de los paseos a orillas del mar. Álvaro, un niño de 2 años, al acabar los vigorosos y rápidos trazados del dibujo de la fig.3 a la pregunta del adulto contestó: “son las olas del mar”.
Fig. 3. Álvaro S., de 2 años, al preguntarle por sus vertiginosos trazados espirales explicó: “son las olas del mar»
Ejemplos de este tipo de representaciones, referidas a los elementos o fuerzas naturales (la lluvia, las olas, el viento, el humo), podemos encontrarlos en esta misma etapa del garabateo y los veremos perdurar por mucho tiempo en períodos muy posteriores. A los 2,07 años, Javi B. trazó, de abajo arriba, las líneas paralelas de la fig.4, al tiempo que, con un énfasis sostenido que acompañaba al curso ascendente de los trazados repetía: «¡Humo!, ¡humo!, ¡humo!».
Pero aunque los trazos del garabateo no representen a los seres u objetos, sino sólo sus movimientos, los garabatos son ya verdaderos dibujos que describen trayectorias dinámicas, trazados de vaivén, rotaciones circulares y arcos, rectas ascendentes y descendentes con las que, además de experimentar con su propia motricidad, exploran el espacio de la hoja y señalan sus ejes, contribuyendo a la organización de sus acciones y a la comprensión y organización de los factores espaciales y temporales. Todas estas acciones, experiencias y asociaciones son actos inteligentes que, al tiempo que motivan el interés del niño por el garabateo, lo justifican y, en gran medida, explican por qué dibuja el niño con tanto interés en este estadio de su desarrollo.
Como acabamos de ver, es a través de estas acciones como el niño establece las primeras asociaciones del dibujo con los acontecimientos o eventos de su mundo circundante, iniciando la representación en pensamiento y preparando el
Fig. 4. Javi B. 207. “!Humo, humo, humo¡”
Fig. 5. Diego. 2,08. «Es una lluvia»
camino hacia la representación gráfica que llagará mas tarde. A través de la gestualidad de la acción, puede también expresar sentimientos y emociones elementales, como la agresividad, la violencia la repulsa, o el desamor.
Tras todo lo dicho, podemos afirmar que un “garabato” que represente algo concreto, ya no es un verdadero garabato. Aclaro de inmediato esta aparente contradicción: cuando el niño realiza una forma o configuración gráfica o un trazado abstracto semejante a los del garabateo con la intención de representar algo concreto, ya se trate de un ser o un objeto (un niño, un bicho o un coche) o un elemento natural, (el agua, el humo, el viento, el pelo de un personaje ), o una superficie (el suelo o la pared de una casa, el firme de una carretera, etc.) o una sensación o un sentimiento (el ruido, la suciedad, el amor o el desamor ), esos trazados ya no son garabatos en el pleno sentido de la palabra. Claro que, como más adelante veremos, esas intenciones representativas infantiles se inician a partir del siguiente periodo, una vez concluido el periodo del garabato.
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1. Matthews, J. El Arte de la infancia y de la Adolescencia, Paidós. Barcelona 2002