El ideograma, una fórmula representativa enteramente original del niño.

El ideograma, por proceder de los recursos gráficos experimentados por el niño en su desarrollo formal y, en consecuencia, por formar parte del proceso gráfico natural es, como el símbolo gráfico, una fórmula representativa enteramente original del niño.

Su originalidad radica en que, antes de referirse a los parentescos visuales con la realidad que representa que son ajenos al desarrollo gráfico natural, nacen de las estrategias experimentadas en el proceso formal, por lo que constituyen una forma de representación natural y personalísima de cada individualidad infantil a la que las influencias exteriores le son aún ajenas (fig. 1). Por las mismas razones, estas estrategias representacionales que utiliza el niño para crear estas analogías cualitativas en su dibujo, constituyen, igualmente, verdaderos descubrimientos del niño con los que, sin alterar el curso natural de su desarrollo gráfico y simbólico, emprende los procesos gráfico-representativos. Tanto las analogías funcionales y estructurales o configurales, de las que depende la elaboración de los ideogramas, como las estrategias que le permiten realizarlas, constituyen una aplicación genuina del niño a los procesos representativos, revelándose como los cauces naturales, con los que inicia el niño el tránsito de la significación simbólica a la representación figurativa.

Fig. 1. Marta R. 4,05.»Un tractor en su garaje». Ideograma formado por la combinación de unidades cerradas que se suceden dando lugar a esta imaginativa composición.

En consecuencias, la etapa ideográfica es la última del desarrollo gráfico infantil que pertenece por entero al curso natural del desarrollo y, como tal, responde y pone en evidencia los cauces por los que discurren los procesos gráfico-representativos infantiles.

En contraste con ese desarrollo natural, la excesiva presión del medio y la metodología escolar que, a través de las ilustraciones de libros, cuentos y, de muchas de sus famosas fichas (figs. 2), acaban ahogando estas manifestaciones Ideográficas del dibujo infantil, más naturales, inteligentes y expresivas.

Fig. 2 Ficha escolar para niños de 3 años de dudoso valor pedagógico y de indiscutible mal gusto, en la que se le pide que coloree de color rosa las bolas del collar

Al autor de este escrito le produce un efecto desolador pasar de la expresiva originalidad de los dibujos de los niños de estas edades (fig.1), a estas imágenes desagradables que los adultos y la escuela le ofrecen. Éste es el tributo que, por desconocimiento y falta de reflexión, tiene todavía que pagar el niño también el educador sensible- de nuestra cultura.

Quiero terminar estas reflexiones con los comentarios dos grandes psicólogos de la infancia en los que sus autores no parecen poder escapar a esa tradicional concepción visualista de la representación que vengo denunciando, una de cuyas consecuencias es esa actitud negativa ante el dibujo de los niños pequeños:

« Cuando el nombre de un objeto (el “monigote” , “la casa” ) tiende a introducir su imagen en el dibujo, el resultado es con frecuencia de una simplicidad engañosa. El trazado se reduce a una serie de esbozos sumarios, burdos, cuyo motivo a veces casi no resulta reconocible. No se trata de un análisis que seleccione los rasgos esenciales del objeto, sino por el contrario, de la impotencia en que se encuentra la atención, de distribuirse entre los datos de la percepción y de extraer de ellos otra cosa que efectos parciales, burdos, a menudo insignificantes. Ello se debe a una insuficiencia global de las vinculaciones forma-grafismo y forma-objeto. La lentitud de las reacciones correspondientes explica las deformidades del resultado, la omisión o confusión de las relaciones esenciales (H. Wallon y L. Lurçat, 1968, págs. 24-25). »

Antonio Machón