Desde los comienzos de los estudios sobre el dibujo infantil se ha mantenido un amplio debate acerca del significado de la forma circular con la que el niño inicia su muñeco renacuajo. Algunos autores han creído ver en esta forma la representación exclusiva de la cabeza (en especial el rostro) considerando que el niño omite el tronco por considerar que aquella es la parte más significativa y con la que el niño establece, desde el principio, sus contactos sociales. K. Buhler considera que la visión frontal del rostro es la forma fundamental de la imagen humana y Florence Halpern señala: “Debido a la importancia que posee la cara en la vida del niño (…) no es extraño que los dibujos infantiles más precoces se concentren en la cabeza, la cara y en unas pocas cosas más” (en Hammer, E.F., 1969, pág. 83).
Otros autores (R. Arnheim, M-Dworetzki, Gridley, etc.) consideran que se trata de una forma global que representa al hombre entero, tesis con la que estoy enteramente de acuerdo siempre que, como ya he señalado, tengamos presente que, inicialmente, el círculo ni se inspira ni representa parte alguna del cuerpo, sino el Yo en su concepción más amplia y general.
El gracioso personaje de la fig. 1, parece dejar bien sentado que el óvalo global representa todo el cuerpo como ocurre también en los siete renacuajos de la fig. 3. La fig. 2 es un interesante dibujo realizado por un niño de 4,01 en el que conviven dos personajes estructuralmente bien diferentes. El primero (a) muestra cómo la forma circular se alarga con la clara intención de representar la totalidad del cuerpo y cómo la boca aparece en su parte inferior insinuando la separación de la zona del tronco. El segundo (b) muestra la cabeza y el tronco bien diferenciados, reafirmando con ello la integridad corporal del primero.
Fig 1. Cristina S. 3,08
Fig. 2. Eduardo. 4,01
Fig. 3 Luis 3,05. Grupo de renacuajos en
los que la forma circular se alarga para representar la totalidad del cuerpo.
Pero no siempre domina la gran redonda inicial. En ocasiones las piernas se alargan desmedidamente dando lugar a un tipo de personaje muy estilizado en el que domina la verticalidad, el atributo perceptualmente más relevante de la figura humana . He encontrado casos, mucho antes de la aparición del renacuajo, en los que un simple trazado vertical es interpretado por el niño como un hombre, un señor o un papá; pero, curiosamente, nunca como “un niño”, privilegio que, de acuerdo con mis investigaciones, parece reservado a la forma circular por ser, precisamente, la forma del YO primigenio.
El tronco aparece más tarde de formas muy diversas. Ya hemos visto cómo, con frecuencia, la forma circular se alarga formando un óvalo al tiempo que las facciones se desplazan a la parte superior insinuando la presencia de la cabeza y del abdomen en una sola unidad (fig. 3) y, otras veces, un trazado transversal, que puede hacer las veces de boca, divide el óvalo alargado quedando así insinuado el tronco (fig. 2a).
En ocasiones, el niño enfatiza la conciencia del tronco con unos trazados o pequeñas manchas que pueden representar la comida dentro del abdomen transparente; son indicadores hápticos que evidencian, antes la presencia de «la tripa» y su función digestiva, que el «tronco» como forma. Con frecuencia unos trazados de relleno situados dentro del óvalo alargado o de las piernas, pueden señalar tanto la presencia del tronco como alguna prenda de vestir.